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junio 16, 2025

El discurso sobre cambio climático, ¿un campo de batalla entre el capitalismo verde y el decrecimiento?

Los efectos y la gestión del cambio climático forman parte cotidiana de la mayoría de disciplinas científicas y del debate público. Vivimos un contexto insólito que agudiza dinámicas socioeconómicas, culturales y políticas que, como los no lugares de Marc Augé (1993), convierten la relación entre los seres humanos y la naturaleza en un constante tránsito, donde los ecosistemas no son más que estaciones de paso para las grandes multinacionales y los Estados.

Juntos, establecen una relación bajo la dinámica del capitalismo contemporáneo donde la cooperación social se basa en criterios de mercado. Bajo esta lógica de la modernidad separada de la naturaleza, analizar las narrativas del cambio climático nos ayuda a entender cómo comprendemos el mundo actual e interpretamos los eventos socioculturales y políticos contemporáneos.

En las últimas seis décadas han ido emergiendo diversas narrativas a medida que se manifestaba la creciente gravedad del cambio climático y la búsqueda de estrategias eficaces para su gobernanza.

La esfera pública a nivel nacional e internacional resuena con el debate sobre cómo actuar a partir del consenso sobre el cambio climático y sus devastadoras consecuencias, sobre cómo mitigarlo y cómo adaptarnos a él. Incluso se ha acuñado un nuevo término, el Antropoceno, que hace referencia a los impactos de la actividad antropogénica en el planeta, entre ellos, el cambio climático. Refiere a la causa directa, que es ánthropos (ἄνθρωπος), que significa “ser humano”.

En uno de los últimos estudios en el campo de las narrativas climáticas, se han identificado tres narrativas claves –el ecologismo apocalíptico, el capitalismo verde y el decrecimiento– cuya evolución ilustra cómo hemos narrado el cambio climático, el papel del ser humano en el Antropoceno y los escenarios que se nos plantean como riesgo y posibilidad.

Se trata de narrativas dicotómicas y binarias por la predominancia e influencia del capitalismo verde y el decrecimiento. Estos movimientos se presentan en una continua espiral de competencia y rivalidad para apoderarse de los escenarios narrativos y promover sus acciones climáticas mediante el trasfondo que representan.

Dichas narrativas han creado marcos diversos de acción y ejecución de políticas para la gobernanza del clima.

  • El ecologismo apocalíptico vaticina un colapso inminente, ya prácticamente irreversible después de décadas alertando sobre la urgente necesidad de políticas radicales para afrontar el cambio climático y sus efectos.
  • El capitalismo verde, surgido en la década de 1980, se ha vinculado con metanarrativas como el desarrollo sostenible y la economía verde.
  • El decrecimiento, cuya aparición data del mismo período, ha tenido gran impacto intelectual, pero por el momento no se ha transformado en una alternativa política real, eclipsado por el discurso dominante del progreso y el crecimiento económico.

Aun cuando la crisis global del 2008 evidenció la fragilidad del sistema neoliberal en la gestión de los recursos naturales y la ausencia de estrategias efectivas para mitigar el impacto ambiental, las alertas sobre la sobreproducción, la sobreexplotación y el rebasamiento climático ya eran bien conocidas. El propio Panel Intergubernamental del Cambio Climático afirmó en 2021 que era inevitable superar el umbral del 1.5 ºC. No hizo falta esperar mucho: se rebasó en 2024. Señalar la diversidad de narrativas no es tan sólo un ejercicio académico. Nos permite conocer qué tipos de argumentos sustentan la acción de los actores políticos, sus efectos prácticos y sus implicaciones éticas. Por ejemplo, los programas de financiación para los países en desarrollo particularmente vulnerables a los efectos del cambio climático pueden responder a narrativas diversas que realizan diagnósticos y proyectan modelos económicos bien distintos.

De ahí que cuando hablamos sobre los efectos del cambio climático antropogénico, cabe preguntarse ¿qué ser humano ha causado el problema y dónde? ¿Significan lo mismo las ideas de sobreproducción, sobreexplotación o rebasamiento climático en Alemania que en Argelia? ¿Es un Estado del Atlántico Norte más responsable de estos fenómenos que un Estado ubicado en la región del Magreb?

Sin duda, las desigualdades globales y la responsabilidad histórica en las emisiones añaden un nivel de complejidad que la narrativa del capitalismo verde no aborda de manera holística.

Si nos basamos en datos, Alemania emitió 681,81 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO₂eq) en 2023, con lo que se encuentra entre los 20 países más contaminantes del mundo. Mientras tanto, Argelia emitió 256,79 Mt CO₂eq el mismo año.

Así pues, es necesario poner en relieve los problemas que plantean las narrativas climáticas. Es fundamental cuestionar la aproximación al capitalismo verde, que se basa en ciertas concepciones de desarrollo sostenible y economía verde. Estas perspectivas simplemente trasladan el problema del capitalismo verde a otras esferas. Además, despolitizan el cambio climático al desviar nuestra atención del “cómo” gestionarlo hacia el concepto de lo “verde” que se presenta en esas narrativas climáticas.

En este sentido, centrar la atención en cuestiones técnicas o económicas evita enfocar los factores estructurales del capitalismo contemporáneo que subyacen al deterioro ambiental, tales como la desigualdad, la explotación desmedida de los recursos naturales y las dinámicas de poder global.

Otro ejemplo de las limitaciones de las narrativas es el decrecimiento económico. El concepto de decrecimiento, aunque propone una crítica al paradigma de crecimiento económico, debe estar necesariamente vinculado a los principios de justicia global y reparación histórica. Si bien esta perspectiva cuestiona la asociación entre las emisiones de CO₂ y el progreso, y desafía la noción de que la contaminación generada por la producción masiva de bienes y materiales sea un indicativo del avance tecnológico, también es imperativo considerar el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.

Este principio, consagrado en la Cumbre de la Tierra de 1992 y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), destaca la disparidad entre las emisiones de los países industrializados y las de las naciones en desarrollo, evidenciando una desigualdad estructural en la distribución de la huella de carbono global.

Dos visiones contrapuestas

En este contexto, qué y cómo hemos narrado el cambio climático se divide fundamentalmente en dos polos no solo diferentes sino incluso contrapuestos: aquel que promueve el capitalismo verde y aquel que niega estructuralmente el modelo de explotación contemporáneo, esto es, el decrecimiento.

Así, las narrativas sobre el cambio climático deben entenderse como el medio o vehículo que organiza eventos socioculturales y políticos, conectados por un significado que da forma a nuestra comprensión del mundo. Y en este sentido, debemos preguntarnos también en qué medida las narrativas climáticas forjan el producto mismo de la narrativa, es decir, en qué medida y de qué forma la producción discursiva del capitalismo verde o del decrecimiento reflejan luchas de poder características de las sociedades del capitalismo global.

Más allá incluso, se nos plantea el desafío de tratar de romper con estas dinámicas polarizadoras e intentar representar el cambio climático a través de otras narrativas, producto de otras geografías subalternas socialmente y territorialmente que muestren otros no lugares para plantear formas no hegemónicas de hacer frente al cambio climático.

Autoría

Ivan Serrano Balaguer (Profesor de Ciencia Política, UOC – Universitat Oberta de Catalunya)

Zarina Kulaeva (PhD Candidate, UOC – Universitat Oberta de Catalunya)

Fuente: The Conversation