Mientras más de dos millones de personas enfrentan un riesgo real de hambruna, el gobierno de Israel mantiene bloqueada la distribución de alimentos y medicamentos esenciales en la Franja de Gaza. La denuncia partió este jueves desde el más alto nivel de Naciones Unidas, que acusó a las fuerzas israelíes de impedir todos los intentos recientes de entregar asistencia humanitaria a la población civil.
Desde hace tres días, la ONU no ha podido mover un solo camión de los casi 600 que esperan autorización para distribuir provisiones descargadas en el cruce de Kerem Shalom, al sur de Gaza. “No podemos acceder, no podemos regresar, y además nos imponen rutas que consideramos inseguras”, detalló el portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, quien calificó como “militarizado” al nuevo sistema de control israelí sobre el corredor humanitario.
La crítica no se detuvo allí. Dujarric fue tajante al rechazar las declaraciones del embajador israelí ante la ONU, Danny Danon, quien había acusado a la organización de mentir y de sabotear entidades humanitarias alineadas con Israel. “No somos una organización amenazante. Lo que hacemos es tratar, todos los días, de que la ayuda llegue. Esa es nuestra función, no la propaganda ni el chantaje”, respondió el vocero.
Israel, por su parte, no sólo mantiene el cerco sobre la ayuda, sino que volvió a ordenar la evacuación de zonas enteras del norte de Gaza —incluidas Ciudad de Gaza, Beit Lahiya y Yabalia— profundizando el desplazamiento forzado de la población, que ya no encuentra un lugar seguro en ninguna parte del enclave. Mientras tanto, los bombardeos continúan y la cuenta de víctimas sigue en ascenso: las autoridades sanitarias gazatíes informaron que ya son 54.084 las personas asesinadas desde el inicio de la ofensiva, en su inmensa mayoría mujeres y niños.
Pese a que Israel asegura haber destinado recursos a su propia fundación humanitaria —la GHF, respaldada también por Estados Unidos—, desde Naciones Unidas remarcan que estos esfuerzos no sólo son marginales, sino que además se canalizan por vías que ignoran el marco legal internacional y el historial probado de la ONU y sus socios humanitarios en la región.
En medio del colapso sanitario, el hambre empieza a convertirse en otra forma de muerte masiva. Las imágenes de niños esqueléticos, familias desplazadas sin agua ni medicamentos, y hospitales atacados mientras atienden a los heridos, no son parte de un relato: son prueba de una política de guerra que viola sistemáticamente el derecho internacional humanitario.
A medida que el cerco israelí se consolida sobre una Gaza devastada, la comunidad internacional asiste con discursos tibios a una tragedia con nombre propio y responsabilidades definidas. Frente a esta realidad, la ONU insiste: si no se garantiza inmediatamente el acceso seguro, suficiente y sostenido de la ayuda humanitaria, la hambruna será no solo una amenaza, sino una condena ejecutada a plena luz del día.