La condena ratificada por la Corte Suprema contra Cristina Fernández de Kirchner generó un fuerte impacto político en Argentina y una inmediata reacción internacional. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, expresó su respaldo público a la exmandataria argentina a través de un mensaje en redes sociales, donde reveló que mantuvo una conversación telefónica con ella para transmitirle aliento frente a lo que considera una embestida judicial con implicancias políticas.
“Observé con satisfacción la serenidad y determinación con la que Cristina enfrenta esta situación adversa”, publicó Lula en su cuenta de X (antes Twitter). Y añadió: “Le hablé de la importancia de que se mantenga fuerte en estos momentos difíciles”. La frase no solo resalta un gesto de apoyo personal, sino que también envía un mensaje político claro en la región.
El respaldo de Lula no es menor. Él mismo fue víctima de una condena judicial que lo marginó de la contienda electoral en 2018, en el marco del caso Lava Jato. Estuvo preso 580 días, fue liberado tras la anulación de sus condenas por irregularidades procesales, y regresó con fuerza al escenario político: ganó las elecciones de 2022 y volvió a la presidencia de Brasil derrotando a Jair Bolsonaro. La comparación con el proceso que atraviesa Cristina Kirchner no es casual ni indirecta. En el universo político del progresismo latinoamericano, ambos liderazgos comparten una narrativa común: la del lawfare como herramienta de proscripción política.
Cristina, por su parte, deberá presentarse ante la Justicia en los próximos días, mientras sus allegados denuncian que el fallo de la Corte se inscribe en una estrategia de persecución judicial. Lula parece coincidir con ese diagnóstico, al menos en términos simbólicos y políticos. Su mensaje refuerza la lectura de que la condena no debilita a la ex presidenta, sino que la reposiciona dentro del escenario nacional e internacional, devolviéndole centralidad en un momento de fracturas internas dentro del peronismo.
Ambos líderes se conocen desde hace más de dos décadas y mantuvieron un vínculo estrecho durante sus respectivas presidencias en la primera década del siglo XXI. Compartieron una visión común de integración regional y cooperación Sur-Sur. Esa afinidad personal se traduce hoy en una solidaridad que trasciende las fronteras y resuena en un momento en que la política argentina se sacude por la reactivación judicial de una causa que parecía dormida.
La expresión de Lula no es un hecho aislado, sino parte de una cadena de respaldos internacionales que se esperan en los próximos días, mientras Cristina Kirchner redefine su rol en un escenario nacional convulsionado. Para muchos, lejos de retirarse, la ex presidenta podría estar ensayando una nueva reaparición, impulsada por lo que sus allegados consideran una injusticia judicial. Para otros, se trata del cierre definitivo de su etapa en el poder. Pero entre ambas lecturas, el llamado de Lula funciona como advertencia y síntesis: los liderazgos regionales que fueron condenados por la Justicia pueden resurgir, y Cristina aún conserva la capacidad de ser un factor de peso en el tablero político argentino.