Emiliano Lezcano no hizo un triple. Hizo un poema de 28 metros. Un latigazo desde el fondo de la historia que viajó de aro a aro y explotó en la cara de Boca justo cuando el reloj decía que ya no había nada más que hacer. Pero había. Ferro Carril Oeste derrotó a Boca Juniors en el tercer partido del cruce de cuartos de final de la Liga Nacional de Basquet con un histórico triple sobre la chicharra. Y lo hizo como se hacen las cosas inolvidables: sin pensarlo demasiado.
Y fue con cuatro décimas en el reloj y la pelota flotando como una esperanza vieja, el base tucumano soltó un tiro desde su aro, con la fe de quien ya no tiene nada que perder. El tablero dijo sí, la red acompañó, y el estadio explotó. Ni los que estaban a favor de Ferro podían creerlo.
El juego terminó 76-73 para Ferro. Pero queda para la historia ese instante: el parpadeo en el que la pelota cruza la cancha entera, traza una línea invisible entre lo épico y lo imposible, y entra. Entra limpia. Como si estuviera todo escrito, pero con un margen para el milagro.
Boca se fue mascando bronca y Ferro se abrazó con la incredulidad en los ojos, ahora liderando la serie 2 a 1.
Ese triple no es una jugada más. Es un recordatorio de por qué seguimos mirando básquet, aun cuando todo parece definido. Porque a veces, el último suspiro se convierte en leyenda.