Este sábado 7 de junio de 2025, el precandidato presidencial y senador colombiano Miguel Uribe Turbay sufrió un atentado durante un mitin en el occidente de Bogotá, que lo dejó gravemente herido y puso de manifiesto, una vez más, la tensión política en el país.
La tarde del sábado, alrededor de las 17:00, Uribe Turbay se dirigía a simpatizantes congregados en el parque “El Golfito” del barrio Modelia, cuando un tirador se abrió paso entre la multitud y le disparó por la espalda. El político cayó desplomado tras recibir al menos un impacto, en un ataque que sorprendió por su audacia y por la aparente facilidad con la que el agresor se acercó al estrado.
El equipo de seguridad de Uribe reaccionó de inmediato: surgió un intercambio de balas en las calles aledañas, en el que los escoltas repelieron la agresión, hiriendo al atacante en una pierna y neutralizándolo. Un menor de 15 años quedó detenido en el lugar, con el arma en mano, y fue trasladado a un centro médico bajo custodia policial.
Mientras tanto, a pocos metros de allí, trasladaron al senador al Centro Médico Engativá y luego a la Clínica Fundación Santa Fe, donde ingresó “en estado crítico” y fue sometido a un complejo procedimiento neuroquirúrgico y vascular periférico para detener hemorragias internas. Su esposa, María Claudia Tarazona, pidió “unirse en oración” por su pronta recuperación.
El mandatario Gustavo Petro convocó un Consejo de Seguridad extraordinario y canceló su viaje a Francia, calificando el ataque como “un atentado no sólo contra la vida de un líder, sino contra la democracia en Colombia”. El Gobierno ofreció una recompensa millonaria por información que permita dar con cualquier autor intelectual del atentado y reforzó los protocolos de protección a todos los candidatos.
Miguel Uribe Turbay, de 39 años, es hijo de la periodista Diana Turbay —secuestrada y asesinada en 1991— y nieto del expresidente Julio César Turbay Ayala. Su figura política, emergente en la coalición de derecha Centro Democrático, se vio sacudida con este episodio que nadie esperaba en plena campaña.
Este atentado vuelve a subrayar que, en Colombia, la polarización política a veces se traduce en violencia real, y que la seguridad de los líderes —por más reforzada que sea— sigue siendo vulnerable.