La llegada de la Selección Argentina a Chile, previa al duelo de esta noche por la fecha FIFA, estuvo marcada por un desorden preocupante y un clima de tensión innecesario. Lejos del trato protocolar que exige el reglamento internacional, el arribo del plantel nacional al Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez se produjo en medio de empujones, insultos y una evidente falta de organización que viola los estándares mínimos establecidos por la FIFA para recibir delegaciones deportivas.
Según lo estipulado en el reglamento del ente máximo del fútbol mundial, los países anfitriones están obligados a garantizar condiciones de seguridad, orden y respeto para los equipos visitantes. Esto incluye el armado de una cápsula de seguridad desde el desembarco del avión hasta el traslado al hotel de concentración, con operativos específicos que protejan la integridad física de jugadores, cuerpo técnico y personal oficial. Nada de eso ocurrió con la Albiceleste, que debió atravesar el aeropuerto en condiciones similares a las del público general, mezclándose con la multitud y sin el resguardo adecuado.
Lo ocurrido no es un detalle menor. Se trata de una infracción que puede derivar en sanciones económicas por parte de la FIFA, tras la intervención de la Conmebol como órgano intermedio y responsable de hacer cumplir las normativas en el continente. La Asociación Nacional de Fútbol Profesional de Chile (ANFP) deberá ahora responder ante este incumplimiento, que no sólo expuso a los integrantes del plantel argentino, sino que también generó una situación de tensión innecesaria en un contexto que debería haber estado signado por la neutralidad y el respeto.
Distintos registros audiovisuales que circularon en redes sociales y medios deportivos muestran el momento en que Lionel Messi y sus compañeros son increpados por personas presentes en el aeropuerto, sin la más mínima contención institucional. Incluso se reportaron forcejeos menores y gritos ofensivos por parte de algunos presentes, lo que agrava el cuadro general y refuerza la idea de que no se trató simplemente de una omisión logística, sino de una falta grave al espíritu de hospitalidad y al reglamento vigente.
Este episodio se suma a una serie de situaciones similares que, en los últimos años, han encendido alertas en la FIFA respecto al cumplimiento de los protocolos internacionales en partidos entre selecciones. Si bien aún no se ha emitido un comunicado oficial, fuentes cercanas al Comité Disciplinario de Conmebol reconocieron que la situación será evaluada con atención y que se tomarán medidas si se comprueba que hubo negligencia por parte de la federación chilena.
Para la ANFP, la eventual sanción económica no sería el único daño. También queda comprometida su imagen institucional, en momentos donde la región busca reforzar la seguridad y la previsibilidad en eventos deportivos, especialmente con vistas a la candidatura sudamericana al Mundial 2030. Incidentes como este debilitan esa aspiración y generan un clima de desconfianza que ninguna federación debería permitirse.
La llegada de una selección como la argentina —vigente campeona del mundo, con figuras de talla internacional y una exposición mediática inmensa— exige un nivel de profesionalismo que esta vez estuvo muy por debajo de lo esperado. La falta de garantías en el arribo no sólo constituye un riesgo físico, sino también político y diplomático en el marco del deporte internacional.
Habrá que ver si la Conmebol actúa con la celeridad necesaria y si la FIFA decide aplicar un correctivo ejemplar para evitar que este tipo de situaciones se repitan. Porque lo que sucedió no es sólo una infracción formal: es un mensaje equivocado sobre cómo se deben organizar los espectáculos deportivos en el más alto nivel.