El primero de junio se realizaron en México los comicios populares para elegir a todos los miembros del poder judicial. En total eran 881 los cargos que se elegían.
Desde los miembros de la Suprema Corte, que son 9 para todo el país, las cortes y juzgados en cada Estado, pues este es un país federal. Imagínense las complicaciones. Te entregaban varias boletas enormes y separadas de diferentes colores, según el lugar podían ser 5, 6 y hasta 9 en la Ciudad de México. Y en cada boleta figuraban motones de nombres, ¿Cómo orientarse, cómo saber quien es quien?
No había participación de partidos políticos, naturalmente, que te podría servir para orientarte, pero no.
Vi a algunas personas de mi entorno que averiguaban antecedentes, biografías, trayectorias, trataban de saber lo más posible de cada candidato, por lo menos los de la Suprema Corte. Estos eran 9, cinco mujeres y cuatro hombres, siempre tiene que ser un número impar para evitar empates Algunos te sonaban, eran nombres conocidos, pero ya cuando ibas bajando de nivel no ubicabas a nadie. Cada candidato tenía unas letras chiquitas a la izquierda, los propuestos por el poder ejecutivo PE, por el poder legislativo PL, por el judicial PJ. También había gente que ya estaba en funciones desde antes, otra categoría más que no sé como los individualizaban Una persona experimentada en internet, bien informada en las ciudades, medio podía orientarse. Pero un campesino semianalfabeto ¿cómo?
Sin embargo, esta experiencia había que hacerla, pues el poder judicial era ineficiente, vendido a la derecha y súper corrupto.
Miren lo que dice el diario El País, que es muy bueno, muy bien informado: “Los ministros mexicanos percibían salarios superiores a los de sus pares en Estados Unidos, Alemania o Canadá. Un estudio mostraba que “la Corte era muy cara, mal administrada” y que tenía “una burocracia muy amplia y con sueldos y prestaciones excesivas para los altos cargos. La Corte tenía un largo historial de fallos favorecedores a la oligarquía y el poder económico. Fallando en favor de que los trabajadores no pudieran reclamar sus horas de trabajo, permitiendo que éstos renunciaran a sus derechos o rehusándose a reconocerlos. La Corte también había impedido la implementación de impuestos progresivos, validado evasiones fiscales millonarias y utilizando criterios jurisdiccionales que impiden la creación de obras públicas de gran escala.”
La cosa era complicadísima. Hacerla por partes habría salido muy cara y difícil, imagínense constituir cientos de casillas otra vez. Imposible.
Pues el gobierno se atrevió y la elección dio buen resultado. Hay ciento treinta millones de habitantes en este país, votan cien millones, los otros son menores de edad. Yo pensaba que si votaba un 10 % iba a ser un gran triunfo.Votó un 13%, 13 millones de personas, lo que resulta muy aceptable. ¿Por qué resulta bueno y muy aceptable? se preguntarán ustedes. Pues porque es mucho mejor que a los jueces los elijan 13 millones de personas y no sólo el poder ejecutivo con acuerdo del Senado, o sea cuatro gatos que tienen que llegar a componendas a menudo impresentables. Porque lo normal en estos tiempos es que incluso en las elecciones presidenciales de muchos países, sólo vote el 60 % de la población inscrita o menos. Por lo tanto, es muy lógico que en este caso hayan votado pocos, debido a las numerosísimas dificultades que sólo he explicado en parte para no alargarme demasiado.
Ha habido poca información, mucha ignorancia y muchos errores de los organizadores también, que se irán subsanando en el curso de los años.
Y el resultado es que México se ha convertido en el primer país del mundo en emprender esta aventura: democratizar al poder judicial por medio de elecciones generales.
Los cómputos recién están comenzando y se supone que van a durar varios días. Pero lo primero es saber quienes quedan en la Suprema Corte. Y al parecer, su presidente podría ser nada menos que el indígena mixteco, abogado Hugo Aguilar Ortiz, ex asesor de los zapatistas, con amplia trayectoria en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, de los Derechos Humanos y de los más pobres.
Fuente: Pressenza – Margarita Labarca Goddard