La política cambiaria del gobierno de Javier Milei enfrenta un dilema incómodo: mientras Vaca Muerta se consolida como motor exportador, el ingreso de divisas por energía no alcanza para compensar la fuga de dólares por turismo y consumos en el exterior.
Los números son elocuentes y provienen de fuentes oficiales. Según el INDEC y el Banco Central, en los primeros cuatro meses de 2025 ingresaron al país US$2.404 millones por exportaciones del complejo energético. Sin embargo, en el mismo período, los argentinos gastaron US$3.613 millones en viajes y compras en el exterior. Es decir, por cada dos dólares que genera Vaca Muerta, el turismo se lleva tres.
El contraste se vuelve más dramático al observar el acumulado desde el inicio de la gestión Milei. Desde enero de 2024, el país recibió US$5.940 millones por exportaciones energéticas, mientras salieron US$9.301 millones por turismo y consumos con tarjeta en el exterior. En el mejor de los casos, el superávit comercial que debería robustecer las reservas se diluye en la cuenta corriente.
Sin reservas, sin margen
Este desequilibrio cobra especial relevancia a días de la primera meta pactada con el FMI. Para el 13 de junio, el Banco Central debería haber acumulado US$4.500 millones en reservas netas. No solo no lo logró: las reservas netas hoy están en rojo por cerca de US$8.000 millones, sin contar los desembolsos del organismo.
Los datos oficiales del BCRA también reflejan una señal preocupante: tras la flexibilización del cepo, el atesoramiento de dólares por parte de privados creció con fuerza. En abril, la formación neta de activos externos fue de US$2.010 millones, de los cuales US$1.839 millones fueron compras de billetes.
El atraso que no se va
Pese a los esfuerzos del gobierno por liberalizar el mercado de cambios y ordenar las cuentas públicas, el atraso cambiario sigue siendo una traba estructural. La apreciación del peso frente al dólar desalienta la liquidación de exportaciones y alienta el gasto en el exterior. Así, se encarece el ingreso de divisas genuinas y se profundiza la fuga.
El gobierno apuesta a una supuesta “monetización endógena” de los dólares que los argentinos guardan bajo el colchón. Pero la falta de confianza, sumada a la demora en los desembolsos internacionales y a la débil colocación de deuda (el último bono apenas recaudó US$1.000 millones), deja al Banco Central con escasas herramientas.
Un límite a la sostenibilidad
Mientras el gobierno celebra la baja de la inflación y la disciplina fiscal, el frente externo muestra señales de agotamiento. Con un tipo de cambio atrasado, sin acumulación de reservas y sin acceso fluido al financiamiento externo, la economía enfrenta un límite difícil de ignorar.
El desequilibrio entre lo que se genera y lo que se gasta en divisas no es solo un dato contable: es una señal de que el modelo actual carece de ancla externa sólida. Y ese desequilibrio, en plena negociación con el FMI, puede transformarse en un riesgo mayor.