El presidente Javier Milei protagonizó uno de los episodios más vergonzosos y crueles de su gestión al atacar directamente a Ian Moche, un niño de 12 años con autismo que había denunciado, junto a su madre, el destrato sufrido por parte del titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo. Lejos de desmentir o siquiera moderar los dichos del funcionario, Milei redobló la violencia con un ataque personal y público.
El presidente, visiblemente irritado por la exposición del caso en un medio que no le resulta funcional, compartió un mensaje ofensivo de una cuenta libertaria en redes sociales y agregó de su propio puño: «Pautino siempre del lado del mal. No falla nunca al momento de operar en contra del gobierno. Siempre del lado de los kukas… no falla…», refiriéndose así al periodista Paulino Rodríguez, quien había entrevistado en vivo a Ian y a su madre.
El trasfondo del caso es aún más indignante: según el testimonio directo de la familia, Spagnuolo —quien llegó a la ANDIS no por su idoneidad, sino por ser abogado del propio Milei— les dijo sin eufemismos que «si vos tuviste un hijo con discapacidad, es problema de la familia, no del Estado». Esa frase, brutal e inhumana, resume la filosofía del actual gobierno respecto a las personas con discapacidad: exclusión, abandono y desprecio.
La reacción presidencial, lejos de la empatía o la responsabilidad institucional, fue lanzar una campaña de agresión digital contra un niño, su madre y un periodista. La liviandad con la que Milei decidió usar su investidura para exponer, estigmatizar y atacar a un menor con una condición del espectro autista debería encender alarmas en todos los sectores democráticos del país.
En lugar de responder con sensibilidad o asumir el error de su funcionario, Milei eligió la vía del odio, de la persecución y del señalamiento público. No se trata solo de una provocación más. Es el acto más miserable de un presidente que, en nombre de su lucha contra “la casta”, ha decidido dinamitar todos los límites éticos y humanos.
La situación ha generado una fuerte reacción en redes sociales y distintos sectores de la sociedad civil, que expresaron su repudio al accionar del mandatario. Lo sucedido marca un nuevo y peligroso escalón en el proceso de deshumanización que promueve este gobierno: esta vez, la víctima fue un niño. La pregunta ahora es qué más está dispuesto a destruir Milei en nombre de su cruzada personal.