El Gran Premio de Mónaco, ese clásico del calendario de Fórmula 1 que suele elevar rendimientos y temperamentos, fue para Alpine una postal del desconcierto. Mientras los equipos top aprovechaban cada curva del principado para consolidar rendimiento y estrategia, la escudería francesa apenas logró salir ilesa del caos. Y fue Flavio Briatore, fiel a su estilo frontal, quien lo resumió sin vueltas: “Lo único bueno de este fin de semana fue Franco”.
El histórico dirigente italiano, recientemente reincorporado como figura clave en el equipo tras la salida de Otmar Szafnauer y el progresivo desarme del proyecto anterior, evitó matices al hablar del presente del Alpine F1 Team. Con el argentino Franco Colapinto en la mira, Briatore eligió enfocarse en lo positivo: “Fue fuerte, no tuvo accidentes”. Una frase que puede parecer escueta, pero que en el contexto de un equipo que no logra levantar cabeza, significa mucho.
Colapinto, piloto de pruebas e integrado al entorno de Alpine como uno de sus talentos en formación, sigue ganando crédito. Su consistencia, aún fuera de la parrilla titular, parece haberse convertido en uno de los pocos puntos de referencia de un equipo que, entre errores estratégicos, falta de ritmo y choques –como el de Pierre Gasly contra Yuki Tsunoda–, naufragó en el circuito más glamoroso del año.
“El resto habrá que olvidarlo”, sentenció Briatore, marcando con crudeza el balance de un fin de semana para el olvido. El GP dejó en claro que Alpine sigue lejos de ser competitivo, más aún cuando los errores básicos condenan sus escasas chances. A la falta de evolución en pista se suma una estructura interna aún en plena reconfiguración, con más dudas que certezas.
Quizá por eso, el directivo eligió cerrar con una mezcla de deseo y presión: “En Barcelona debería irnos mejor”. Una declaración que deja flotando la expectativa de que algo cambie. Porque si el modelo actual no se rediseña pronto, ni siquiera el talento emergente como Colapinto podrá evitar que Alpine siga penando en el fondo de la grilla.