La final del Torneo Apertura 2025 será una historia de contracultura futbolera: el Globo y el Calamar, dos equipos fuera del radar de los grandes presupuestos, protagonizarán una definición cargada de épica, historia y ambición. El próximo domingo 1 de junio, en Santiago del Estero, Huracán y Platense no solo jugarán por el título, sino también por un lugar en la próxima Copa Libertadores y un premio económico que puede cambiarles el panorama.
Huracán se metió en la final tras una dramática definición por penales ante Independiente en Avellaneda. El equipo de Frank Kudelka, de andar irregular en la fase inicial, encontró su mejor versión en los cruces mano a mano: eliminó a Rosario Central en el Gigante de Arroyito y luego resistió en el Libertadores de América para consagrarse desde los doce pasos.
Platense, por su parte, llega a esta instancia luego de derribar a tres gigantes en fila: Racing, River y San Lorenzo. El gol de Franco Zapiola en el Nuevo Gasómetro selló una campaña que ya se escribe con mayúsculas en Vicente López. La dupla Orsi-Gómez vuelve a llevar al Calamar a una final, y esta vez, con una madurez táctica evidente y un equipo corto pero firme, va por el título que se le escapó en 2023.
La sede será el Estadio Único Madre de Ciudades, escenario que se ha vuelto habitual para este tipo de encuentros. Con capacidad para 30 mil espectadores, será el telón de fondo de una final sin gigantes, pero con equipos que han hecho méritos de sobra para estar allí.
Más allá de lo simbólico, el premio en juego es muy concreto. El campeón del Apertura no solo embolsará medio millón de dólares, según el esquema de premios vigente en la AFA, sino que garantizará su clasificación a la Copa Libertadores 2026, lo que supone ingresos mínimos por 6 millones de dólares solo por participar. Un salto de escala deportiva y financiera para cualquiera de los dos.
Huracán buscará cortar una racha de más de cinco décadas sin títulos de liga: su último campeonato fue en el Metropolitano de 1973. Platense, en cambio, quiere levantar por primera vez una copa nacional y cerrar una historia que, hasta hace pocos años, se escribía en el ascenso.
Será una final con aroma a revancha histórica, con dos hinchadas sedientas de gloria y dos equipos que, sin el poder de fuego de los grandes, llegaron hasta acá por méritos propios. Y en el fútbol argentino, donde tantas veces ganan los mismos, eso ya es motivo de celebración.