Hoy, 11 de mayo, los argentinos conmemoramos el Día del Himno Nacional, una jornada dedicada a honrar una de las expresiones más profundas de nuestra identidad y soberanía. Declarado símbolo patrio por la Asamblea General Constituyente en 1813, el Himno representa desde entonces la voz colectiva de un pueblo en su camino hacia la libertad.
La letra fue obra de Vicente López y Planes, mientras que la música fue compuesta por Blas Parera. Surgió en un contexto histórico clave: las Provincias Unidas del Río de la Plata avanzaban decididas hacia la independencia tras la Revolución de Mayo de 1810. En ese clima de fervor emancipador, surgieron también la escarapela, el escudo, la bandera y, con ellos, la necesidad de una marcha patriótica que condensara el espíritu de lucha y unidad del nuevo país en formación.
El 11 de mayo de 1813, aquella marcha fue adoptada oficialmente. Su primera interpretación —según la tradición histórica— tuvo lugar en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, epicentro de las tertulias que reunían a pensadores y patriotas de la época. Allí resonaron por primera vez, con emoción y compromiso, los acordes de lo que luego sería llamado Himno Nacional Argentino.
Con el correr del tiempo, el himno evolucionó. Originalmente duraba unos 20 minutos, pero fue reformado para adaptarse a los usos públicos y escolares, sin perder la fuerza de su mensaje. En 1900, se fijó la versión que hoy entonamos, centrada en estrofas que exaltan la libertad, el valor y la victoria de los pueblos americanos sobre la opresión.
Más que una canción, el Himno Nacional es un acto de memoria. Nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y los ideales que nos dieron origen: libertad, autodeterminación, unión e igualdad. En cada acto escolar, en cada competencia internacional, en cada ceremonia oficial, suena como un eco profundo de nuestra historia compartida.
Hoy, al entonarlo, reafirmamos nuestro compromiso con la Nación y con los valores que supieron guiarnos desde los albores de la independencia. Porque el Himno no solo celebra el pasado: también proyecta esperanza, dignidad y pertenencia para las generaciones futuras.