La 48ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires abrió sus puertas con un clima cargado de tensiones, donde las palabras, los silencios y los gestos se entrelazaron en una ceremonia atravesada por la política. El acto inaugural, realizado en el predio de La Rural, tuvo como telón de fondo el rechazo al Secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, y el contundente homenaje simbólico a Osvaldo Bayer, cuyo monumento fue destruido semanas atrás por orden del gobierno nacional.
La escena fue elocuente: mientras Cifelli cortaba la cinta junto a otros funcionarios, una réplica del rostro del autor de La Patagonia rebelde se alzaba frente a ellos, sosteniéndoles la mirada. La frase “hay que esclarecer nuestro pasado para que nunca se repita” resonó como un eco incómodo en el auditorio, justo después del masivo acto por el Día de la Memoria.
El discurso inaugural de Juan Sasturain aportó profundidad y sentido al evento. Con referencias literarias a Fontanarrosa, Discépolo y Oesterheld, y con una crítica sutil pero firme al discurso neoliberal, el escritor reivindicó el valor del libro como herramienta de pensamiento, no como mercancía. “Uno no se dirige a los presentes como usuarios o inversores, sino como lectores y ciudadanos”, expresó.
En contraste, Cifelli apeló a una narrativa de despolitización que no logró conectar con la mayoría del público presente. Su intento de destacar una “cultura sin orientación ideológica” fue recibido con abucheos, silbidos y gritos de repudio. Las menciones a Karina Milei, los recortes presupuestarios y la supuesta racionalización del gasto cultural encendieron aún más los ánimos.
Christian Rainone, presidente de la Fundación El Libro, fue más conciliador en su intervención. Reivindicó el rol histórico de la Feria como espacio de encuentro entre tradición e innovación, y retomó un reclamo recurrente del sector: la restitución del IVA para las librerías. También destacó el esfuerzo de las editoriales por mantener precios accesibles en un contexto inflacionario.
La jornada cerró con un gesto potente: escritores como Claudia Piñeiro, Selva Almada, Guillermo Martínez, Sergio Olguín y Liliana Heker alzaron una pequeña estatua de Bayer, como acto de resistencia cultural y memoria viva. “Este es nuestro modo de responder a un gobierno que desmantela. Nosotros reponemos, reconstruimos, recordamos”, dijo Piñeiro.
La Feria, como todos los años, se inauguró con discursos. Esta vez, algunos fueron aplaudidos, otros silenciados por la bronca colectiva, y uno —el de Bayer, sin decir palabra— fue tal vez el más contundente.