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junio 1, 2025

Gates y Musk en alerta: el colapso energético global ya tiene fecha en el horizonte

Dos de los nombres más influyentes del ecosistema tecnológico global, Bill Gates y Elon Musk, coinciden en una advertencia inquietante: el mundo se encamina hacia una crisis energética inminente que, de no abordarse con urgencia, podría derivar en apagones masivos a escala planetaria. La combinación entre la creciente demanda impulsada por la inteligencia artificial (IA) y la fragilidad de las redes eléctricas frente al cambio climático compone un escenario de alto riesgo, que los empresarios aseguran ya no pertenece al terreno de la ciencia ficción, sino al del corto plazo.

Durante el evento Bosch Connected World, Elon Musk fue tajante: el consumo eléctrico derivado del desarrollo acelerado de la IA ya no tiene precedentes y está creciendo a un ritmo insostenible. Los centros de datos que dan soporte a los modelos de lenguaje, procesamiento de imágenes, automatización industrial y servicios en la nube consumen cantidades colosales de energía, y la red actual simplemente no fue diseñada para absorber este nuevo paradigma.

Musk advierte que el cuello de botella no es solo tecnológico sino físico: las redes de distribución están al límite, y la capacidad de generación no logra compensar la presión creciente. En su visión, el colapso podría llegar “en meses, no en años”, si no se actúa de inmediato con inversiones millonarias en infraestructura y almacenamiento.

Por su parte, Bill Gates se enfoca en otro flanco crítico: la vulnerabilidad de los sistemas eléctricos ante fenómenos climáticos extremos. La intensificación de tormentas, olas de calor récord y eventos meteorológicos impredecibles están empujando a las redes al borde del colapso. A diferencia de décadas pasadas, las infraestructuras modernas, interconectadas y digitalizadas, son más sensibles a los desequilibrios regionales. Un evento disruptivo en una zona puede desencadenar un efecto dominó en otras, multiplicando la escala del apagón.

Para Gates, la amenaza no es un hipotético “blackout global simultáneo”, sino una sucesión de cortes regionales interrelacionados que, en cadena, pueden paralizar sectores enteros de la economía mundial. El patrón climático cambiante ya no es una variable de incertidumbre: es un agravante constante.

A pesar de sus estilos diferentes, Gates y Musk convergen en una conclusión urgente: el sistema energético actual está mal preparado para las exigencias de la próxima década. Mientras el primero insiste en acelerar una transición global hacia energías limpias —solares, eólicas, nucleares avanzadas—, el segundo reclama una planificación estratégica que contemple explícitamente el peso creciente de la IA y sus requerimientos.

Ambos subrayan un punto clave: la inacción tiene costos potencialmente catastróficos. Si las redes eléctricas fallan en su rol de sostén de la vida moderna —desde los servicios básicos hasta las operaciones financieras, pasando por la salud, el transporte y las comunicaciones—, el mundo podría enfrentar una parálisis inédita, que combine desabastecimiento, caos social y pérdida de competitividad.

En tiempos donde la agenda global está saturada de alarmas, muchos podrían ver estas advertencias como parte de una narrativa catastrofista. Pero lo cierto es que no se trata de predicciones vagas: se apoyan en datos duros, proyecciones del crecimiento energético y registros concretos del deterioro climático.

La pregunta no es si se viene un apagón global cinematográfico, sino si los gobiernos, las empresas y las sociedades están preparados para enfrentar una serie de fallas sistémicas interconectadas. Por ahora, las respuestas parecen más lentas que las advertencias. Y el reloj ya está corriendo.