El juicio por la muerte de Diego Armando Maradona sumó un nuevo capítulo tan insólito como grave. La difusión del tráiler de un documental en pleno proceso judicial, con una jueza como protagonista, desató una tormenta que obligó a apartar del tribunal a Julieta Makintach, hasta entonces una de las responsables de conducir el debate oral.
El avance de la miniserie —titulada “Justicia Divina”— fue presentado nada menos que por la propia Fiscalía durante la audiencia del martes. Las imágenes hablan por sí solas: la magistrada aparece entrando al tribunal, preparándose en su casa y hasta pronunciando frases ante cámara como si se tratara de una actriz en un set. “La jueza detrás de D10S”, dice el video en uno de sus pasajes, dejando claro el enfoque personalista y mediático del proyecto.
La situación pasó de lo anecdótico a lo escandaloso cuando se reveló que el material no solo existía, sino que había sido planificado con estructura de serie, títulos de episodios, guion, sinopsis y proyección internacional. Un allanamiento en una de las productoras involucradas permitió secuestrar documentación que confirma que el juicio era retratado como un híbrido entre el cine documental y el reality, con Makintach en el centro de la escena.
Según el documento presentado por la Fiscalía, el primer capítulo arrancaba en la intimidad del hogar de la jueza, resaltando su “look”, su “belleza” y sus hábitos cotidianos. El relato no escatima en detalles que bordean el narcisismo judicial: “Elige la ropa con la que se va a vestir, se maquilla, desayuna apurada… Es firme en sus pasos”.
Frente a esta evidencia, los otros dos jueces del tribunal —Maximiliano Savarino y Verónica Di Tomasso— se desmarcaron en duros términos. “Fuimos filmados sin autorización. No sabíamos nada”, dijeron. El fiscal Patricio Ferrari fue aún más directo: “Esto fue un reality. Makintach ofició de actriz, no de jueza”.
Pese a haber negado su participación directa, Makintach terminó aceptando su apartamiento del juicio. Lo hizo con un discurso confuso, en el que insistió en su inocencia pero admitió que su amiga de la infancia le había grabado una entrevista “íntima”, que según ella fue desvirtuada. “Yo no conocía este material, estoy tan sorprendida como todos ustedes”, afirmó.
La secuencia no solo deja comprometida la figura de la magistrada, sino que pone en crisis la seriedad del proceso judicial en una causa de altísima visibilidad pública. La espectacularización de la justicia, que ya viene creciendo peligrosamente en los últimos años, alcanza aquí un nuevo nivel de despropósito: una jueza que deviene personaje principal de una serie sobre un juicio que todavía no terminó.
¿Quién audita estas conductas? ¿Qué consecuencias institucionales puede haber cuando los roles se desdibujan hasta este punto? Más allá del impacto mediático, lo cierto es que el juicio por la muerte de Maradona —que ya lleva más de 40 testigos y 19 audiencias— queda ahora bajo un manto de dudas que lo debilita desde su base.
Y el precio de esa imprudencia no solo lo paga el tribunal: lo paga la verdad, la memoria de Maradona y la confianza de la sociedad en una justicia que, una vez más, parece preferir las luces del show antes que la sombra de la ley.