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mayo 28, 2025

Milei dinamita al PRO: Mauricio bueno, Jorge descartable

La puesta en escena fue clara: mano tendida, mirada al vacío, y un presidente que elige el ninguneo como forma de disciplinamiento político. En el Tedeum patrio, Javier Milei expuso públicamente a Jorge Macri sin necesidad de palabras. Y lo más elocuente no fue el gesto, sino el silencio posterior: ni un tuit de Mauricio, ni una declaración del PRO, ni un gesto de solidaridad interna. En el partido que supo gobernar el país y la Ciudad de Buenos Aires, la reacción fue la parálisis.

En el universo libertario, las «formas» no son detalles; son mensajes. El destrato a Jorge Macri en plena Catedral no fue un arrebato de furia, sino una jugada con cálculo quirúrgico. Derrotado el macrismo en su bastión histórico el pasado 18 de mayo —con Manuel Adorni arrasando en la Ciudad—, Milei y su mesa chica no ocultan su siguiente objetivo: fragmentar, absorber y neutralizar al PRO. Y si para eso hay que ridiculizar al jefe de Gobierno, se hace. Total, nadie se inmuta.

Mauricio Macri, en cambio, parece haber elegido el rol de socio silencioso. Tras felicitar al Presidente por el triunfo de su vocero convertido en candidato, se fue a Europa dejando instrucciones vagas: avanzar en un frente bonaerense con La Libertad Avanza. Pero en el ecosistema de Karina Milei y Santiago Caputo no hay lugar para “frentes”: solo hay absorciones individuales. El mandato que Ritondo recibió de Mauricio es, en la práctica, un gesto simbólico sin ejecución real.

Mientras tanto, Ritondo —cada vez más lejos del apellido Macri— mantiene abierta la negociación por debajo del radar. Intenta asegurarse lugares para su tropa: Diego Santilli, Alejandro Finocchiaro, Florencia De Sensi. Pero el precio de la participación es la rendición: no hay cogestión, solo sumisión a la boleta libertaria. La ingeniería electoral que se cocina en Casa Rosada no deja margen para el romanticismo institucional: quien quiera entrar, que lo haga sin exigir espacios propios.

El macrismo, así, asiste a su propia descomposición sin siquiera emitir una queja. El destrato a Jorge Macri, la virtual desaparición de Vidal, la entrega del sello PRO en Buenos Aires, y la renuncia práctica a disputar poder en la Ciudad son síntomas de un partido en retirada. En los grupos internos reina el silencio. En las terminales de comunicación libertarias, ese silencio se celebra como una victoria más.

Patricia Bullrich, reivindicada por Milei como su candidata a senadora nacional, aparece como la única figura con agenda y respaldo presidencial. Mauricio Macri, por el contrario, ni tiene el control del partido ni parece dispuesto a dar pelea. Su liderazgo, si aún existe, es meramente testimonial. Su primo, mientras tanto, queda expuesto como la variable de descarte en una Ciudad que ya no le responde.

La estrategia libertaria es clara: fracturar para reordenar. Primero, pulverizar al PRO como estructura; luego, absorber sus figuras útiles e ignorar a las prescindibles. Todo bajo el relato de la pureza ideológica, pero con una maquinaria aceitada en el Salón Martín Fierro, donde Caputo y sus milicias digitales trabajan a destajo por blindar al Presidente y ampliar su base legislativa. Si para eso hay que tragarse a medio PRO, se hace. Pero sin pedir permiso.

En ese tablero, la idea de una alianza “entre partidos” ya no existe. Lo que queda del PRO solo puede aspirar a ser satélite de una constelación libertaria en expansión. Y el rol de Mauricio, el «Macri bueno» según Milei, será bendecir el proceso desde Europa o desde algún palco. Mientras tanto, Jorge y los demás deberán decidir si prefieren seguir tendiendo la mano o si se animan, al menos, a bajarla.