Por Mariángeles Guerrero
Es una de las frutas más consumidas a nivel mundial por ser fácil de comer y de transportar. La banana es el cuarto cultivo alimenticio más importante después del trigo, el arroz y el maíz a nivel global. Pero en Argentina se consumen principalmente bananas importadas, según datos del Mercado Central de Buenos Aires. Para 2024, la FAO (organismo de Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación) estimó la compra de 428.000 toneladas de bananas para abastecer a las mesas argentinas. La fruta proviene de Ecuador, Colombia, Paraguay, Bolivia y Brasil. “No tiene sentido, con tanta producción en el norte del país, traer banana de tan lejos climatizada en cajones a Buenos Aires. Como bananero no veo un negocio para ninguna de las dos partes”, afirma desde Salta el productor agroecológico José Fariña.
En su informe “Intercambio comercial argentino. Bienes. Intercambios a marzo de 2025”, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) informó que las importaciones de bananas frescas y secas aumentaron un 18,6 por ciento en comparación con marzo de 2024. Pero la importación de bananas no es solo un impacto de las medidas de este Gobierno respecto a la apertura de importaciones, sino que es una constante histórica. Según la FAO, entre 2018 y 2022 el país importó 460.000 toneladas de bananas y solo en 2023 importó 473.000 de toneladas. El consumo per cápita en Argentina es de doce kilos por año y la producción nacional es de 100.000 toneladas, informa el Mercado Central.

Las principales empresas bananeras de América Latina son, en su mayoría, multinacionales con presencia en varios países de la región. Entre ellas se encuentran Chiquita (ex United Fruit Company), Dole, Fyffes, Fresh Del Monte. También hay empresas locales importantes, como la Unión de Bananeros Ecuatorianos (Ubesa). Los productos que proveen son fumigados con agrotóxicos. Así lo señala la FAO: “El uso de pesticidas para el control de plagas y enfermedades es extensivo en plantaciones bananeras, particularmente en las que producen para la exportación”.
La entidad de las Naciones Unidas dedicada a la alimentación y la agricultura explica que las plantaciones de banana son susceptibles a infestaciones ya que se cultivan en los trópicos, lo que favorece las condiciones para las plagas. Sin embargo, desde Orán (Salta), Fariña afirma que con las herramientas que brinda la agroecología puede obtener productos de calidad y a buen precio. Por su parte, la productora Fraulia Carmona marca la necesidad de políticas que potencien la producción y comercialización local: “No tenemos ninguna ayuda“, cuestiona. Ambos integran la comunidad originaria Río Blanco Banda Norte.
Contra las plagas y la inflación
Aunque el clima de Argentina no es tropical, la tradición en el cultivo de este alimento se remonta a fines del siglo XIX. La producción profesional es más reciente, pero aun así tiene una tradición de 50 años, con auge en la década de 1970. Así lo explica la ingeniera agrónoma Ivana Colamarino, en el informe “Producción de bananas” que publicó en 2013 la Secretaría de Agricultura de la Nación.
Las plantaciones bananeras se ubican en áreas subtropicales, con baja probabilidad de heladas: Formosa (50 por ciento), Salta (48 por ciento) y Jujuy (dos por ciento). “La producción argentina de banana se realiza con menor nivel tecnológico y organización que en regiones más consolidadas. No es ajeno a esta situación el hecho de que, a diferencia de los principales países exportadores, donde compañías transnacionales controlan la producción y la comercialización, la siembra se encuentre en manos de pequeños y medianos productores”, indica el informe.

Esta fruta necesita altas temperaturas y mucha agua. Una helada significa la pérdida de la producción. Fariña produce bananas agroecológicas de variedad Congo. Cuenta que las frutas que obtiene son sabrosas, de tamaño mediano y que tienen un sabor “como de almíbar”. Dice que desde el cajón el olor dulce invita a comer. El secreto de la calidad es no usar ningún químico sintético. “Si las bananas tuvieran algún químico, sería como estar masticando goma eva, sin sabor”, compara.
La siembra comienza en septiembre, cuando hay más lluvias y afloja el frío. Cada racimo (o “cacho”) contienen unas trece hileras de bananas. Los primeros salen en enero o febrero. “La banana Congo necesita mucha agua y, si se cría bien, te saca entre 22 o 25 kilos por cajón. Es una especie que solo tenés que cuidar y limpiar, y va sola”, explica. Por hectárea, se obtienen entre 500 y 800 cajones por año. Si hay sequía, la cifra se reduce a 350 o 400 cajones.
Si esa especie solo requiere agua y cuidados para crecer, ¿por qué se le echan químicos? “Porque quieren que la fruta se haga más grande o que, por racimo, en lugar de un cajón salga un cajón y medio. O les echan acelerantes para apurar la planta, para hacer tres cosechas por año en lugar de dos”, responde.

La producción bananera en América Latina creció ligada al uso de agrotóxicos. En el mercado salteño, por ejemplo, la aparición del picudo —que se alimenta de las raíces de la planta— significa tener que comprar insecticidas que se venden a 30.000 pesos el litro. Pero las y los productores de Orán apuestan por la propia naturaleza para hacerle frente a las plagas. “No usamos ningún químico: preparamos bioinsumos con insectos, ají, cebollas, paraíso”, explica Carmona.
La reducción de costos en la producción gracias a los biopreparados incide en el precio final. En la finca, el cajón de banana agroecológica se vende a los intermediarios a un precio que oscila entre los 6000 y los 8000 pesos. En una feria, el cajón se consigue a 10.000 o 12.000. El cajón de banana convencional, en cambio, ronda los 16.000 o 18.000 pesos. “Las ponés a las dos y las que tienen venenos están más grandes y más brillosas que las otras. Pero cuando la gente las prueba, elige la agroecológica. Más aún cuando se va enterando y va viendo que se enferma cada vez más, que la comida ya te cae mal por tantos químicos y venenos que se usan“, relata Fariña.
Ante la inflación, los productores responden con organización. “Hacemos ferias para que la gente sepa que nosotros tenemos mejor precio y que podemos sostener ese precio todo el año. No nos importa que en el Mercado Central suba o baje el precio“, agrega.
Para el productor, la agroecología es más que una cuestión económica. “Cuando uno habla de agroecología habla de salud, habla de familia, habla de mujer porque nos basamos en la tierra madre”, dice. Y agrega: “Es importante que como hombres y productores respetemos a la Madre Naturaleza y a nuestras mujeres, porque son el pilar de la familia, de la economía y de la agroecología. El campo te lastima las manos. Y cuando le doy la mano a una productora, la tiene tan lastimada como los hombres“.

También implica una forma de redescubrir variedades del alimento. Al respecto, relata que está incursionando en la producción de bananas rojas. “Tarda más“, reconoce, pero destaca con gusto la particularidad de su sabor: “Es como comer banana y remolacha“.
Políticas públicas para las bananas argentinas
La banana es una fruta rica en azúcares, con baja cantidad de grasas y proteínas y alta presencia de vitaminas. Cuenta con un gran contenido de potasio, calcio, hierro y fósforo. Fariña cuenta que aún no han podido introducir las bananas agroecológicas en la oferta de los quioscos escolares por el predominio de las golosinas, pero que sí se sirven en los comedores escolares. También señala las dificultades que han tenido en años anteriores para llevar el producto a otras provincias, debido a los permisos que demanda el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Sin embargo, destaca que gracias a medidas tomadas por la provincia se pudo avanzar en ese sentido. A nivel nacional, no reciben asistencia de ningún tipo.
Carmona lleva 20 años trabajando la tierra y hoy cultiva principalmente verdeo. “Trabajo con bananas en dos hectáreas pero no me va bien. Acá vienen las heladas, los incendios y no tenemos ayuda de nada, ni del gobierno municipal ni provincial. Presentamos notas y no obtuvimos respuestas”, sostiene. La mujer, también oriunda de Orán, vende lo que produce en ferias locales. Relata que debe pagar un tractor cuando necesita sacar la producción por el mal estado de los caminos. Y marca que el precio de su trabajo compite con el de la banana importada. “No es correcta la importación, porque entonces la producción de aquí no vale nada y se vende más la banana extranjera. Nosotros trabajamos y no tenemos ayuda de nadie”.
Fuente: Agencia de Noticias Tierra Viva.