Las comunidades cercanas a la frontera indio-pakistaní en Cachemira temen el aumento del conflicto. Miles de personas han tenido que huir de sus hogares por el recrudecimiento del conflicto y aquellos que han decidido quedarse viven con miedo. Ambos países se han acusado mutuamente de escalar los enfrentamientos, mientras los civiles son quienes deben aguantar las consecuencias.
Desde principios de mayo, se intensificaron los intercambios de fuego a lo largo de la Línea de Control (LoC), la frontera de facto que divide Cachemira entre India y Pakistán. Según informes locales, al menos 12 civiles han muerto y decenas resultaron heridos en ambos lados, mientras varias aldeas quedaron parcialmente destruidas.
Organizaciones humanitarias denuncian que las condiciones en los centros de evacuación son precarias y que muchas familias se encuentran separadas, sin acceso adecuado a agua potable, alimentos o atención médica. Las escuelas están cerradas y los mercados paralizados, lo que agrava aún más el impacto sobre las poblaciones desplazadas.
El Ejército de la India aseguró haber respondido a «provocaciones continuas» del lado pakistaní, mientras Islamabad denunció “ataques no provocados” contra civiles. La situación, aunque crónica en la región, ha escalado a niveles que no se veían desde 2019, cuando la India revocó el estatus especial de Jammu y Cachemira, reavivando tensiones históricas.
La comunidad internacional ha expresado su preocupación. Naciones Unidas pidió «máxima contención» y la reanudación del diálogo bilateral, mientras potencias regionales como China y Arabia Saudita instaron a evitar una crisis mayor.
Los expertos temen que la actual escalada, en medio de un clima político tenso y con elecciones próximas en ambos países, pueda convertirse en un conflicto armado de mayor envergadura si no se retoman canales diplomáticos.