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mayo 10, 2025

De basura a energía: innovaciones globales contra el desperdicio alimentario

Contra el desperdicio alimentario llega a 1.300 millones de toneladas que terminan en la basura, generando un problema ambiental que emite metano y acelera el cambio climático. Desde India hasta Argentina, emprendedores y científicos están transformando estos desechos en fuentes de energía limpia, reduciendo emisiones y creando modelos de economía circular. Este reportaje recorre cuatro continentes para mostrar cómo los residuos orgánicos alimentan hogares, industrias y esperanzas.

India: contra el desperdicio alimentario que, convierte verduras podridas en electricidad

En el mercado de Boen Pali (Jaidrabar), 10 toneladas diarias de verduras sin vender —podridas o descartadas por los agricultores— se trituran y convierten en pulpa. Esta mezcla viaja a dos digestores anaeróbicos, donde bacterias generan biogas capaz de alimentar una cocina comunitaria que sirve 800 comidas diarias.

El Dr. Rao, científico a cargo del proyecto, explica: “El biogas no solo produce energía, también crea fertilizante orgánico que los agricultores reutilizan“. Con cinco plantas más en construcción, la iniciativa evita que los residuos terminen en vertederos, tercera fuente de emisiones de metano causadas por el humano.

Sierra Leona: Briquetas de coco contra la deforestación

Tras perder a su familia adoptiva en un deslizamiento de tierra en 2017, Alhajie Yisirafba fundó Rukzal Trading. Su empresa recolecta 2 toneladas semanales de cáscaras de coco —desechadas por vendedores en Freetown— para convertirlas en briquetas de carbón.

“Un kilo cuesta cuatro veces más que el carbón tradicional, pero dura cuatro veces más”, destaca Alhajie. Con ventas en Alemania y Reino Unido, el emprendedor busca masificar su uso en cocinas domésticas para frenar la tala de árboles, clave en la prevención de desastres. Actualmente, emplea a 10 trabajadores fijos y genera hasta $4.500 mensuales.

Argentina: Biotróncos de residuos de sidra

En el Alto Valle argentino, José Alberto Aramberri y su esposa Cristina transforman el orujo —desecho de la producción de sidra— en troncos combustibles. Cada año, la industria sidrera local genera 75.000 toneladas de este residuo fibroso.

“El orujo se seca al sol, se compacta y se corta en panes”, detalla José, quien diseñó maquinaria especializada para el proceso. Los biotróncos tienen la misma eficiencia energética que la madera y ya se usan en parrillas de restaurantes. Pese a contratiempos políticos —como la cancelación de un contrato gubernamental—, el proyecto sigue creciendo con ventas directas a clientes locales.

Indonesia: Gas metano de aguas residuales de tofu

En Sumedang, región famosa por su tofu, 33 litros de agua residual se generan por cada kilo producido. Una planta comunitaria captura estos desechos ácidos —antes vertidos a ríos— y los fermenta en seis digestores anaeróbicos.

“El desperdicio de alimento es un proceso tarda 20 días y reduce un 90% la contaminación“, afirma Pepe, técnico de la planta. El biogas resultante abastece a 56 hogares, aunque su flujo es intermitente: solo llega por las mañanas y tardes. Indonesia, con 19.000 fábricas de tofu, ve en este modelo una alternativa para comunidades sin acceso a gas natural.

Desafíos y potencial global

Aunque el biogas es hasta cinco veces más caro que el gas natural en países como EE.UU., su costo se reduce en Asia, donde la diferencia es menor a $2 por unidad. El desperdicio alimentario, en Dinamarca ya opera la planta más grande del mundo, mientras empresas israelíes comercializan biodigestores domésticos.

“Nunca reemplazará al gas natural, pero aprovecha lo que otros tiran”, resalta un ingeniero de Boen Pali. Para Alhajie, el éxito está en “inspirar a otros”: desde evitar deslaves en Sierra Leona hasta dar sabor a asados argentinos, estos proyectos demuestran que la basura puede ser el combustible de un futuro más limpio.

Fuente: Noticias Ambientales