El fracaso del proyecto de Ficha Limpia en el Senado no solo desató una guerra de acusaciones entre La Libertad Avanza y el PRO. También dejó al descubierto una fuerte contradicción dentro del propio Gobierno: mientras el presidente Javier Milei afirmó que “los votos no estaban” y que todo fue una “operación mediática teñida de amarillo”, su jefe de Gabinete, Guillermo Francos, dijo exactamente lo contrario.
En una entrevista radial, Francos reconoció que él mismo había confirmado que los votos estaban asegurados, incluso hasta el día anterior a la sesión. “Chequeé con el presidente del bloque que estuvieran los 38 votos, y ahí estaban”, afirmó. También dijo haberse sentido “absolutamente sorprendido” por el resultado negativo, contradiciendo así al presidente, quien horas antes había insistido en que “los votos nunca estuvieron”.
Esta diferencia no es menor. Milei quiso instalar que el PRO infló expectativas sabiendo que el proyecto no tenía chances, e incluso acusó a Silvia Lospennato de usar la iniciativa para hacer campaña. Pero lo que Francos reveló con su declaración fue que el Gobierno creía tener los votos y que la caída del proyecto fue un fracaso de gestión política propia.
La confusión se agrava porque Francos también intentó despegar a su espacio, afirmando que La Libertad Avanza “no tuvo nada que ver” con el desenlace. Pero si los votos estaban y se cayeron a último momento, como él mismo admite, ¿quién era responsable de sostenerlos hasta la votación? La interna oficialista quedó así expuesta: un presidente que responsabiliza al otro, y un jefe de Gabinete que intenta defenderlo, pero termina dejándolo en evidencia.
El saldo político es claro: ni el PRO ni el Gobierno nacional pueden mostrar logros en este episodio. Y mientras tanto, el kirchnerismo celebra el resultado sin haber movido demasiado. Ganaron, sí, pero solo porque sus rivales se dispararon entre ellos.