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mayo 8, 2025

Productores de cebolla en crisis por la dependencia de Brasil y la falta de políticas públicas

El precio de la cebolla varía demasiado de un año a otro, lo que perjudica tanto a productores como consumidores. A las familias productoras se les paga solo 47 pesos el kilo, lo que no alcanza ni para cubrir los costos de siembra. La dependencia del mercado brasileño y la falta de planificación son pilares del problema. Análisis de un cultivo que es reflejo de un modelo.

Por Agustín Suárez

Una y otra vez ocurre la misma situación. Un año de buena exportación de cebolla a Brasil genera buenos precios para los productores, pero también precios altos en las góndolas de los supermercados argentino. Sin embargo, cuando la exportación merma, los productores se funden o desaparecen y la cebolla vale muy poco. Esta oscilación muestra la necesidad de una intervención estatal que, junto a las organizaciones campesinas, mejoren la calidad de la producción, diversifiquen los destinos de la exportación, cuiden el abastecimiento y el precio interno y preserven a los productores.

En el 2024 se llegó a pagar 1500 pesos el kilo de cebolla. Hoy está a 600 pesos en las verdulerías. La problemática del sector no es nueva. En 2021, los productores también atravesaron un momento crítico de baja en los precios de la hortaliza debido a la sobreoferta. Exactamente lo mismo que está sucediendo ahora. La diferencia es que, con el paso de los años, la situación social, productiva y laboral empeoró. Muchos productores se fundieron y muchos otros perdieron lo poco ganado. Y el trabajo ligado a la producción de este alimento continúa precarizado.

Sin intervención del Estado, la oferta y la demanda se imponen. La oscilación de precios es parte de una cadena sin planificación. Los altos precios para la gente o la pérdida de productores es una externalidad del libre mercado.

Foto: Gerónimo Molina / Subcoop

Un mercado que depende de la exportación a Brasil

El 20 por ciento de la producción nacional de cebolla proviene del centro y el norte de Argentina: Córdoba, Santiago del Estero y Salta. Alrededor del 15 por ciento es aportado por Cuyo (Mendoza y San Juan) y el fuerte proviene del sur de Buenos Aires (partido de Villarino) y el valle medio e inferior del Rio Negro, donde se cultiva el 65 por ciento. Los datos son del ex Ministerio de Agricultura.

Argentina se destaca entre los exportadores de cebolla fresca de América Latina, teniendo a los países del Mercosur como principal destino y, en menor medida, la Unión Europea. Según datos oficiales, las exportaciones argentinas de cebollas frescas o refrigeradas en el periodo 2010-2020 tuvieron como principal destino Brasil (84 por ciento), seguido por Paraguay (14). Del total de la cebolla exportada, aproximadamente el 85 por ciento se produce en el sur bonaerense y en Río Negro. Esas regiones también abastecen el 50 por ciento del mercado interno.

Foto: Gerónimo Molina / Subcoop

Año tras año llegan brasileños al sur de Buenos Aires y al valle medio e inferior del Rio Negro. Compran la cebolla en el campo, alquilan o son dueños de galpones de clasificación y empaque, donde acondicionan la cebolla y luego la transportan y comercializan en Brasil. Lo que es de menor calidad se destina al mercado argentino. La llegada de estos productores es una realidad de todos los años, pero el volumen que compran para llevar a Brasil responde directamente a la cosecha registrada en su país y a su necesidad de abastecimiento.

El director de la Estación Experimental del INTA de Hilario Ascasubi (partido de Villarino, sur de Buenos Aires), Daniel Lurman, explica: “Hay una relación entre las primaveras con los fenómenos climáticos denominados ‘Niño / Niña’ y cómo impactan en el sur de Brasil con la producción cebollera. Si la primavera pinta para Niña, lo más probable es que Brasil no tenga lluvias importantes y se complique su oferta. Si hay Niño, puede ser que tengan pérdidas, lo que genera una demanda de cebolla argentina”.

Existen temporadas de buena producción en las distintas regiones de producción de cebolla de Brasil, principalmente en el sur. Es lo que ocurre actualmente, por lo que ha mermado la compra de cebolla argentina. En 2024, en cambio, sus volúmenes de cosecha fueron demasiado magros, por lo que la compra desde ese país en Argentina fue de grandes cantidades.

Foto: Gerónimo Molina / Subcoop

La exportación de alimentos produce impactos positivos en la economía local: aumenta los volúmenes de venta, mejora el precio que se paga a los productores, moviliza el duro trabajo de la cosecha y del descolado (extracción de las hojas y las raíces de la planta una vez que está seca) y tracciona el empleo en los pueblos rurales. Pero también produce efectos negativos. Un ejemplo de esto es el precio de la cebolla en el mercado interno, donde llegó a valer 2200 pesos el kilo en la góndola por la presión sobre la demanda que ejerce la exportación.

Este año la situación es inversa. Los brasileños están comprando niveles muy inferiores que en años anteriores. Por lo tanto, hay mucha oferta y esto produce que la cebolla se pague muy mal en los campos, incluso que no sea cosechada. Luis Mamani es productor de la localidad de Hilario Ascasubi y delegado de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Manifiesta: “Hoy la cebolla no vale, muchos ni siquiera la cosechan. Nos pagan entre 35 y 47 pesos el kilo. Con ese precio no cubrimos ni la mitad de los costos”.

Tras la buena temporada del año pasado, muchos productores incorporaron más hectáreas de cebolla a la siembra. Incluso, muchos trabajadores temporarios de la cebolla se animaron a sembrar algunas hectáreas, ampliando notoriamente la superficie producida. Mamani describe: “Hay mucha cebolla en los campos, muchos productores nuevos, no solo en Villarino, sino también en el valle inferior y medio del Rio Negro. En zonas donde antes hacían tomate, ahora están haciendo cebolla”. La inversión es alta, sobre todo para los pequeños productores que trabajan prácticamente sin respaldo, poniendo todo lo que tienen.

Foto: INTA Informa

Actualmente, los productores atraviesan una situación crítica, principalmente los pequeños. Cientos de ellos pierden, algunos empatan, otros se vuelven a sus países de origen y muchos se funden, teniendo que comenzar la próxima temporada otra vez como trabajadores temporarios, en la cosecha, el descole y en los galpones de clasificación.

En la temporada baja, el invierno, queda la opción de aguantar o, con suerte, trabajar en el campo para realizar las prácticas culturales que el cultivo de la cebolla requiere: la preparación del suelo, el riego, la siembra, la fertilización y el control de malezas. José Romay, productor oriundo de Pedro Luro (partido de Villarino) y delegado de la UTT, describe su situación: «Hoy la cebolla no vale. Estamos crucificados. Vendiendo la cebolla hoy, no cubrimos ni el 60 por ciento de los costos. La cebolla no se vende, no la quieren”.

Foto: Gerónimo Molina / Subcoop

Migración interna: cada vez menos cebolla

En el sur de Buenos Aires se puede observar, con base en datos obtenidos por la Corporación de Fomento de la Producción del Valle del Río Colorado (Corfo), que existe una tendencia marcada a la disminución de la cantidad de hectáreas sembradas de cebolla. En diez años se redujo a la mitad la superficie sembrada, para luego mantenerse estable hasta la actualidad.

Desde las temporadas 2007/2008 hasta 2011/2012 existió cierta estabilidad que rondó entre las 16.000 y 14.000 hectáreas sembradas. Luego hubo una disminución progresiva, con fluctuaciones. En la actualidad, la cifra permanece estable: cerca de las 8500 hectáreas.

Parte de la reducción de hectáreas en producción se puede explicar por la masiva migración de productores hacia el valle medio e inferior del Río Negro. Este traslado se dio principalmente por la escasez de agua de riego que venía sufriendo el sur bonaerense, por la disminución de las nevadas en la Cordillera de los Andes que aportan al caudal del Río Colorado, que atraviesa la región austral de esa provincia. Este proceso fue muy marcado entre 2018 y 2021.

Foto: INTA Informa

Por otro lado, en Río Negro, de las 2400 a 4000 hectáreas que habitualmente se sembraban, en la temporada 2020/2021 aumentaron a 8400 hectáreas. Esto también es consecuencia de la migración desde el sur de Buenos Aires. Luego de este pico, la cantidad de hectáreas volvió a descender y llegó a las casi 8000 en 2024.

Las hectáreas cultivadas en estos últimos años muestran un marcado descenso en la superficie. En números, son unas 2500 hectáreas menos. Las explicaciones son la falta de agua pero también la problemática en la comercialización. Menos cantidad de hectáreas sembradas significan menos cantidad de productores. Esos trabajadores de la tierra vuelven a los empleos precarios, que generan ingresos pero ningún tipo de derecho laboral.

Los productores más chicos, que alquilan la tierra que trabajan, pueden cultivar entre dos y cuatro hectáreas. Los más grandes, con tierra propia, no superan las 50. Son contados los casos de productores grandes que superan estas superficies.

Foto: INTA Informa

Planificación y participación de organismos del Estado

Una mayor planificación de la superficie de producción, del volumen de exportación y de la diversidad de países a exportar por parte del Estado —en conjunto con las organizaciones campesinas— mejoraría la situación, sin que impacte negativamente en la pérdida de productores, ni en el precio para el mercado interno. Joaquín Parra, trabajador de la región sur de Buenos Aires del Ministerio de Desarrollo Agrario, explica: “Esta zona es muy dependiente de las exportaciones a Brasil. Lo que se puede hacer es establecer contratos a mediano plazo con los exportadores y empezar a trabajar en otros mercados, como se hizo hace 20 años atrás, donde la diversidad de mercados era mucho mayor”.

Esto también es un reclamo de los productores y las organizaciones. Mamani sintetiza: “Necesitamos saber cuánto vamos a vender para poder planificar la siembra, tener una mínima seguridad. Por eso siempre tratamos de realizar contratos con los exportadores. Creemos que si el Estado ayuda en esto, podríamos llevarlo adelante”.

Si bien la cebolla representa el 50 por ciento del producto bruto agropecuario de la región, no es la única producción importante. Parra agrega: “Necesitamos generar alternativas productivas similares para el productor, pensar en hortalizas que tengan la misma lógica. La papa, el zapallo, la batata y el ajo en esta zona, hace varias décadas, supieron tener una superficie importante. Después, por distintos motivos, fueron decayendo. Pero hoy se está trabajando nuevamente.”

Foto: INTA Informa

Fuente: Agencia de Noticias Tierra Viva.