El domingo pasado, Ecuador protagonizó un hecho insólito que ha despertado suspicacias tanto dentro como fuera del país. En una segunda vuelta presidencial marcada por el estado de excepción y cambios abruptos en el padrón electoral, la candidata Luisa González, de Revolución Ciudadana, obtuvo el 44,35% de los votos, una cifra casi idéntica al 44,0% que había logrado en la primera vuelta. En contrapartida, el presidente y candidato Daniel Noboa pasó del 44,17% al 55,65%, consolidando su reelección.
Las alarmas se encendieron rápidamente. En cualquier sistema democrático, los balotajes suelen representar una segunda oportunidad de decisión, donde ambos candidatos aumentan sus votos al captar a los electores que quedaron fuera en la primera vuelta. Pero en este caso, González apenas sumó tres décimas más, mientras que Noboa creció en más de 11 puntos porcentuales. Una diferencia que, según especialistas, no tiene precedente en la región.
Para ponerlo en contexto: en Argentina (2023), Chile (2021), Colombia (2022) y el mismo Ecuador en 2023, los dos candidatos en balotaje aumentaron sus votos. Esa es la regla. Lo que ocurrió el domingo en Ecuador es la excepción… y una muy difícil de explicar.
Desde Revolución Ciudadana denuncian una serie de irregularidades que van desde el cambio repentino de lugares de votación, hasta la difusión de actas sin firmas oficiales que favorecían a Noboa. También apuntan al uso de recursos públicos durante la campaña, incluyendo bonos millonarios repartidos en la recta final y un despliegue inusual de fuerzas de seguridad.
Andrés Arauz, referente del espacio, pidió un reconteo total, tras mostrar documentación de actas presuntamente adulteradas.
El dato más difícil de digerir es la repetición casi exacta del 44% por parte de González. ¿Es estadísticamente posible que millones de votantes, en un contexto completamente distinto, repitan casi los mismos números? Técnicamente sí, pero la probabilidad es bajísima. Más aún cuando la candidata había sumado apoyos claves —como el del movimiento indígena Pachakutik— y era proyectada como ganadora por varias encuestas con una ventaja de hasta 4 puntos.
Sin una revisión profunda de los resultados, las dudas seguirán flotando sobre esta elección. Y si no se despejan, el segundo mandato de Daniel Noboa podría comenzar con una mancha difícil de borrar: la sospecha de que se robó la elección.